El
viernes a las 13.30 el gerente de la tienda me llamó a su despacho. Lo supe de
inmediato, mientras recorría el pasillo todo a mi alrededor sucedía a cámara
lenta. Mi oscura sospecha se confirmó cuando me pidió que cerrara la puerta al
entrar.
No
fue un momento excesivamente tenso ni tuvimos una conversación violenta o discusión.
Le pregunté porqué me despedía y me demostró que se sabía el texto de la carta
de memoria, esa carta que últimamente le ha estado entregando a tantos otros,
demasiados. Un refrito de copy-pastes escritos con calma, intentando trasmitir
un... no tienes la culpa, no es nada personal... pero dando a entender un
par de párrafos después que la crisis inmobiliaria, la subida del IVA y que la tienda no marche bien son
exclusivamente responsabilidad tuya.
Intenté
forzar la conversación para ver si tenía alguna posibilidad de evitar el drástico
desenlace y al mismo tiempo por curiosidad de si algo de lo que pudiera decir
arrancaba un destello de humanidad de aquel ser aparentemente semiautomático
que tenía delante. Desistí rápidamente por orgullo propio y vergüenza ajena al
pensar en lo que podría desembocar la situación.
Al
salir del cubículo algunos compañeros me miraban con pena e intentaban dar ánimos.
Otros me miraban con indiferencia y pensaban "Ahí va otro.. seré yo el próximo?"
e incluso tuve que llamar al orden a algunos que pretendían derramar unas lágrimas como si hubiese fallecido el último emperador
del imperio austrohúngaro, recordándoles que estaba prohibido llorar en horario
laboral.
Estreché
unas cuantas manos, repartí unos pocos abrazos pero me dejé algunos adioses
pendientes, por una estúpida necesidad de salir de allí, como si ese aire ya no
me sirviera, como si el medio que ya conocía a ojos cerrados se hubiera vuelto estéril
y vacio, hostil.
Cuando
la puerta automática se cerró a mi salida, sentí cierto alivio, el aire ya fluía
en mis pulmones, ya nadie me miraba. Respiré hondo un par de veces con los ojos
cerrados, levanté la cabeza y me encaminé a casa con la cabeza llena de humo.
Como si 7 años de experiencias, de caras conocidas, problemas resueltos y no
resueltos, de estrés, de esfuerzo y superación personal estallaran en llamas.
Ya
veremos lo que queda y cómo lo amueblamos cuando se apague el incendio.
Tio... ponte a escribir un libro, este relato tan real como la vida misma, me ha encantado
ResponderEliminarEspero poder amueblarlo contigo ;)
ResponderEliminar