17/6/12

I have a new life (el despido)


El viernes a las 13.30 el gerente de la tienda me llamó a su despacho. Lo supe de inmediato, mientras recorría el pasillo todo a mi alrededor sucedía a cámara lenta. Mi oscura sospecha se confirmó cuando me pidió que cerrara la puerta al entrar.

No fue un momento excesivamente tenso ni tuvimos una conversación violenta o discusión. Le pregunté porqué me despedía y me demostró que se sabía el texto de la carta de memoria, esa carta que últimamente le ha estado entregando a tantos otros, demasiados. Un refrito de copy-pastes escritos con calma, intentando trasmitir un... no tienes la culpa, no es nada personal...  pero dando a entender un par de párrafos después que la crisis inmobiliaria, la subida del  IVA y que la tienda no marche bien son exclusivamente responsabilidad tuya.

Intenté forzar la conversación para ver si tenía alguna posibilidad de evitar el drástico desenlace y al mismo tiempo por curiosidad de si algo de lo que pudiera decir arrancaba un destello de humanidad de aquel ser aparentemente semiautomático que tenía delante. Desistí rápidamente por orgullo propio y vergüenza ajena al pensar en lo que podría desembocar  la situación. 

Al salir del cubículo algunos compañeros me miraban con pena e intentaban dar ánimos. Otros me miraban con indiferencia y pensaban "Ahí va otro.. seré yo el próximo?" e incluso tuve que llamar al orden a algunos que pretendían derramar unas lágrimas  como si hubiese fallecido el último emperador del imperio austrohúngaro, recordándoles que estaba prohibido llorar en horario laboral.
Estreché unas cuantas manos, repartí unos pocos abrazos pero me dejé algunos adioses pendientes, por una estúpida necesidad de salir de allí, como si ese aire ya no me sirviera, como si el medio que ya conocía a ojos cerrados se hubiera vuelto estéril y vacio, hostil. 
Cuando la puerta automática se cerró a mi salida, sentí cierto alivio, el aire ya fluía en mis pulmones, ya nadie me miraba. Respiré hondo un par de veces con los ojos cerrados, levanté la cabeza y me encaminé a casa con la cabeza llena de humo. Como si 7 años de experiencias, de caras conocidas, problemas resueltos y no resueltos, de estrés, de esfuerzo y superación personal estallaran en llamas.
Ya veremos lo que queda y cómo lo amueblamos cuando se apague el incendio.